Crimen y Castigo de Fiódor Dostoievski es una de las obras cumbres de la literatura rusa y mundial, una verdadera obra maestra en la que encontramos algunos rasgos comunes entre sus protagonistas y el autor.
A modo de ejemplo, el crimen de Dostoyevski es bien distinto al realizado por el protagonista de su novela, Rodia Raskolnikov, pues el crimen del reconocido escritor es su imparable vicio al juego y el del segundo un doble asesinato.
Sin embargo, el castigo que ambos sufren es exactamente el mismo: la culpabilidad.
Así se sentía el autor debido a su vicio y quedó patente en una de las cartas que envió a su esposa, la cual exponemos a continuación:
<< Ania querida, amiga mía, esposa mía, perdóname y no me llames canalla. He cometido un crimen: lo perdí todo; todo lo que me enviaste, todo, hasta el último kreuzer. Ayer lo recibí y ayer mismo lo perdí. Ania, ¿cómo voy a poder mirarte ahora?
¿Qué vas a decir de mí? Una sola cosa me horroriza: qué vas a decir, qué vas a pensar de mí. Sólo tu opinión me asusta. ¿Podrás respetarme todavía? ¿Vas a respetarme todavía? ¡Qué es el amor cuando no hay respeto! El juego es lo que siempre ha perturbado nuestro matrimonio. Ah, amiga mía, no me culpes definitivamente, odio el juego, no solamente ahora, ayer también, anteayer también lo maldije; cuando recibí ayer el dinero y cambié la letra fui con la idea de desquitar aunque fuera un poco, de aumentar aunque sólo fuera mínimamente nuestros recursos. Tenía tanta confianza en ganar algo… Al principio perdí muy poco, pero cuando comencé a perder, sentía deseos de desquitar lo perdido y cuando perdí aún más, ya fue forzoso seguir jugando para recuperar aunque sólo fuera el dinero necesario para mi partida, pero también eso lo perdí. Ania, no te pido que te apiades de mí, preferiría que fueras imparcial, pero tengo mucho miedo a tu juicio. Por mí no tengo miedo. Al contrario, ahora, ahora después de esta lección, de repente me sentí perfectamente tranquilo respecto a mi futuro. De hoy en adelante voy a trabajar, voy a trabajar y voy a demostrar de qué soy capaz. Ignoro cómo se presenten las circunstancias en adelante, pero ahora Katkóv no rehusará. En adelante todo dependerá de los méritos de mi trabajo. Si es bueno, habrá dinero. Oh, si sólo se tratara de mí, ni siquiera pensaría en todo esto, me reiría, no le prestaría ninguna atención y me marcharía. Pero tú no dejarás de emitir tu juicio sobre lo que he hecho y esto es lo que me preocupa y me atormenta. Ania, si tan sólo pudiera conservar tu amor… En nuestras circunstancias ya de por sí difíciles he gastado en este viaje a Hamburgo más de mil francos, es decir, alrededor de 350 rublos. ¡Es criminal!
No los gasté por falta de seriedad, ni por avaricia; no los gasté para mí. ¡Mis objetivos eran otros! Pero no tiene sentido justificarse ahora. Ahora debo reunirme cuanto antes contigo. Mándame lo más pronto posible, ahora mismo, dinero suficiente para poder salir de aquí, aunque sea lo último que quede Mándame lo más pronto posible, ahora mismo, dinero suficiente para poder salir de aquí, aunque sea lo último que quede. No puedo quedarme por más tiempo en este lugar, no quiero estar aquí quiero estar contigo, sólo contigo, quiero abrazarte. Me vas a abrazar, vas a besarme ¿no es cierto? Si no fuera por este clima detestable, por este clima húmedo y frío, me habría mudado ayer, por lo menos a Frankfurt, y entonces no habría sucedido nada, no habría jugado. Pero el clima es muy malo y con mis dientes y mi tos no pude moverme de aquí, pues me aterraba la idea de viajar toda la noche con este abrigo tan ligero. Era imposible, era correr el riesgo de contraer alguna enfermedad. Pero ahora tampoco ante eso me detendré. En cuanto recibas esta carta envíame diez imperiales (como con la letra de cambio Robert Thore, no son necesarios los imperiales en sí, sino simplemente un Anweisung; como la vez pasada). Diez imperiales, es decir noventa y tantos florines para pagar mis deudas y poder partir. Hoy es sábado, recibiré el dinero el domingo y ese mismo día me iré a Frankfurt, ahí tornaré el Schnellzug y el lunes estaré contigo.
Ángel mío, no pienses que también esto voy a perderlo. No me humilles a tal punto. No pienses de mí tan mal. ¡Yo también soy un ser humano! También en mí hay algo de humano. No se te ocurra de ninguna manera, si no me crees, venir a reunirte conmigo. Tu desconfianza en que voy a llegar me aniquila. Te doy mi palabra de honor de que partiré inmediatamente sin que nada pueda detenerme, ni siquiera la lluvia o el frío. Te abrazo y te beso. Qué pensarás ahora de mí… Ah, si pudiera verte en el momento en que leas esta carta.
Tuyo, F. Dostoyevski>>
El autor refleja a lo largo de la novela que Raskolnikov no es en sí una mala persona y que el peor de los castigos es su propia mente, los ataques y dolores que ésta le inflija partiendo de su cargante sentimiento de culpabilidad.
¿Podría haber alguien que se haya enfrascado en la lectura de “Crimen y Castigo” que de verdad asegure y argumente que Rodia Raskolnikov es una mala persona?
El lector medio deseará que el protagonista se olvide de su atroz acto y continúe su vida al lado de Sonia; quizá incluso imagine un ambiente ideal en una bella casa de campo, con Razumikin y Dunia presentes, y a una pulquería rodeada de nietos.
Pero para Dostoyevski eso no hubiera sido realista, y si hay algo que los realistas cuiden y mimen incluso de forma enfermiza, son los detalles. Cosa que quedará bien patente durante la lectura de la obra.
El sufrimiento interno que alberga el protagonista a lo largo de toda la obra sumado a su decisión de entregarse a la policía, incluso sabiendo que no pueden demostrar que él había asesinado a las hermanas Ivanovna, y sin contar las muchas acciones completamente desinteresadas que hace, muestra rotundamente que verdaderamente Rodia no es una mala persona.
Queda pendiente aún el turbio asunto del asesinato de Isabel Ivanovna. ¿Acaso era una mala mujer? ¿No era otra víctima de su hermana? ¿Es moral decir que estaba en el momento equivocado en el lugar equivocado? Muchos se preguntarán porqué no simplemente la ato, o porqué no la dejó marchar a gritos por el pasillo mientras él se escabullía. Desde aquí defenderemos la hipótesis de que los nervios y el pánico se apoderaron del joven estudiante y actúa movido por el instinto de supervivencia. ¿Justo? No, desgraciada Isabel, una mala vida y una peor muerte. ¿Moral? Tampoco. Jugarretas del azar, quizá.
El lector verá en Rodia a un buen hombre, acosado por las deudas y el temor a casar a su hermana con un tipo cuanto menos cuestionable. Sentirá compasión por él y deseará que le vaya bien y, sobretodo, que le cojan.
Cualquiera podría decir que un asesinato, o dos, mejor dicho, no son hechos que se puedan omitir. No obstante, imaginen a Rodia y recuerden sus actos sin pensar en lo que hizo en las primeras páginas.
No es un mal hombre.
Fiódor Dostoyevski fue un escritor inigualable en muchos aspectos, sobre todo en lo referente a su profunda descripción del alma humana y a su perfecta narración de lo social, todo ello devenido de su gran implicación emocional.
Rechazaba cualquier forma violenta para alcanzar el cambio social y, aunque era bastante tradicional apoyaba las reformas impulsadas por el zar Alejandro II. La desigualdad social fue uno de sus temas más recurrentes.
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