miércoles, 5 de febrero de 2020

Lágrimas por Notre Dame, la superviviente


Fue espectacular e inolvidable el impacto emocional que la noticia del incendio supuso para todos nosotros, en especial para los habitantes de París, que en las calles que conducían a la catedral lloraban, rezaban y entonaban himnos, aplaudiendo a cada coche de bomberos que se sumaba a la extinción. El mundo entero se solidarizó y, a las 48 horas, las campanas de todas las catedrales de Francia y varias europeas tañeron a la vez. Pero, ¿a qué se debía esa conmoción? Hay que regresar al principio, a un amanecer, a una gran luz surgida en la Edad Media.

Desde el año 1000, Europa pertenece a una unidad supraterritorial por encima de los reinos: la cristiandad. Todavía los nacionalismos no existían, con su horrible cortejo de egoísmo, vanidad y violencia. Gracias a esa unión espiritual de la casa común europea, surgió el románico, primer estilo artístico común, adoptado en toda Europa. Y, en el siglo XII, en territorios de la dinastía francesa de los Capeto, nace el estilo gótico.

El románico se asociaba al mundo rural y feudal, mientras que el gótico fue ciudadano, burgués y afín al centralismo real, basado principalmente en París. Allí, el obispo Maurice de Sully propuso edificar una gran catedral, concebida como un instrumento útil y polifacético, un centro religioso, geográfico, político, artístico e intelectual tan afortunado que la proyección de su éxito no ha hecho sino aumentar hasta hoy con carácter universal.

Un escenario para una reina

La reina de las catedrales, definida así por Víctor Hugo, nació en lugar muy especial: hacia el siglo II a. C., en la llanura aluvial del río Sena y en zona pantanosa, había varias islas estrechas y alargadas, una de las cuales es la actual Île de la Cité, (Isla de la Ciudad) de gran importancia histórica y 22,5 hectáreas de superficie.

La fachada oeste o principal es un prodigio de armonía y equilibrio. Las ideas que inspiraron sus proporciones proceden del mundo antiguo y no son ajenas a la entonces inmediata Universidad de París.

Un antiquísimo camino salvaba el Sena por dos puentes de madera, uno en cada brazo de los que formaban la isla. Cerca se asentó una pequeña tribu gala, los Parisii. Los romanos crearon en la orilla izquierda la ciudad Lutetia Parisii y edificaron en la isla termas y el templo de Júpiter. Al caer el Imperio, la urbe romana se abandonó, refugiándose la población en la isla, de fácil defensa y perfecta para controlar el estratégico paso del río. Con el tiempo se perdió la denominación Lutetia y, hasta hoy, la ciudad se llama París.

La isla posee larga vocación de arquitectura religiosa. Un posible santuario céltico, el templo romano, una primera iglesia cristiana del siglo IV, y la basílica paleocristiana de Saint-Etienne. En el siglo VI se alzó otra basílica y, sobre ésta, una catedral románica que dejó paso a la actual Notre Dame, construida desde el siglo XII al XIV. Los Capeto sustituyeron en el siglo XIV su palacio de la isla por el primitivo Louvre, mientras el mundo universitario bullía junto a Notre Dame y, rebasando la isla, se instalaba en la famosa rive gauche o margen izquierdo del Sena. Como vemos, la Île de la Cité no fue solo el origen urbano de París, sino su parte más vital durante siglos.

Nacimiento y evolución constructiva

Construir una catedral era una tarea colectiva, prácticamente con carácter votivo y expiatorio, en la que toda la población se involucraba. Mauricio de Sully no colocó hasta 1163 la primera piedra, en presencia del papa Alejandro III. La obra fue atendida económicamente por todos los estamentos sociales, así como por Luis VII y su hijo, Felipe Augusto.

Este rey aventurero, antes de partir para la III cruzada, nombró a Sully nada menos que regente del reino, cargo que debió aprovechar bien en beneficio de su catedral, pues a su fallecimiento en 1196 tan solo faltaban para cerrar el interior dos tramos de la nave. Las novedades técnicas del gótico primitivo habían sido sublimadas y plasmadas en la cercana abadía de Saint Denis por el genial Abad Suger.

Este amigo y consejero de Luis VII (llegó a ser administrador general del reino) era un neoplatónico considerado padre del gótico. Según él, la contemplación de la belleza conducía el espíritu hacia el conocimiento de Dios, a quien debíamos ofrecer en sacrificio lo mejor que tuviéramos, como Abel hizo con lo mejor de sus rebaños. Esta sería la clave del arte religioso: un sacrificio perenne, un instrumento para la oración y elevación del espíritu hacia Dios. El espíritu e ideas de aquel enamorado de la luz se plasmaron en la nueva construcción que, consagrada a la Virgen María, al igual que Reims, Chartres y Amiens, es la única conocida mundialmente como Notre Dame.

Se desconoce el autor del proyecto primitivo, y el aspecto actual del edificio se debe tanto al austero proyecto inicial como a reformas posteriores. La obra comenzó, como era habitual, en su extremo este, por la cabecera, que se finalizó el 19 de mayo de 1182 con la consagración del altar mayor, por lo que pudo ya servir para el culto. Las naves longitudinales, iniciadas en 1180, tenían en 1196 sus bóvedas casi acabadas, concluyéndose el cerramiento en el obispado del sucesor de Raimundo, Eudes de Sully. Las torres se remataron en 1245. La galería de elevados arcos que corona la fachada es de 1223 y el rosetón central se realizó entre 1220 y 1225. De 1250 a 1267 Jean de Chelles y su discípulo, Pierre de Montreuil, levantaron el crucero.

Descripción

La orientación es canónica, con la cabecera al este y los pies al oeste. Para adaptarse al eje de la isla, el eje de la catedral está desviado 27 grados al norte, que así es paralelo a la orilla del Sena. Desde el cristianismo primitivo hasta la Contrarreforma, la cabecera de las iglesias se orientaba hacia el sol naciente, que accedía al presbiterio por el ábside, simbolizando que la luz del mensaje evangélico disipaba las tinieblas de la ignorancia y el mal, ideas desarrolladas por el abad Suger.

En esta exacta representación de la planta podemos apreciar el error de replanteo que afecta al crucero en su brazo norte. Las flechas señalan el cerramiento del coro con sus relieves sobre la vida de Cristo. También son apreciables los emplazamientos de las esculturas del altar mayor, la popular Virgen en un pilar del crucero, el monumento moderno a Juana de Arco, las entradas a las escaleras de caracol, etc.

Con 130 metros de largo, 47 de ancho y una altura de 35, Notre Dame superaba la escala habitual, por lo que la planta fue de cinco naves y doble girola. El crucero, de una sola nave y casi en el centro del templo, no sobresale lateralmente. En uno de sus pilares hubo un error de replanteo y para corregirlo se amplió el ancho de toda la nave hasta los pies, adaptando forzadamente planta y bóvedas en el transepto.

A excepción de Chartres, Notre Dame es mayor que las catedrales de aquel período inicial, como Sens, Noyon, Senlis y Laon, siendo un edificio innovador, en gran medida prototipo de la catedral gótica. El interior presenta tres pisos o niveles. En el primero, y a los lados de la nave central, una sucesión de arcos apuntados, sobre sólidas columnas. El segundo es la tribuna, abierta a la nave mediante dos vanos en cada tramo. Y el tercero es el claristorio, con la misión de iluminar el templo por medio de grandes ventanales y huecos circulares, todos calados por tracerías y con vidrieras. La bóveda de crucería es sexpartita y si en Senlis tiene 18 metros de altura, 22 en Noyon y 24,50 en Laon, alcanza 32,50 en Notre Dame de París.

En los alzados exteriores, destacan las fachadas norte y sur del crucero y en especial la principal o del oeste, ya del siglo XIII. Su esquema es en H, o sea un cuerpo principal flanqueado por dos torres y, a modo de retablo, se divide en tres cuerpos horizontales y tres calles verticales.

En el cuerpo, piso o planta inferior, tres espléndidas portadas sugieren tres naves, cuando en realidad hay cinco. Este cuerpo está enmarcado en su parte superior por la galería de los 28 reyes de Judea, que abarca todo el ancho de la fachada, utilizándose aquí la escultura como valiente elemento arquitectónico.

En la planta media, el centro tiene un rosetón o enorme ventana circular, que en su momento fue el mayor del mundo gótico, mientras que los sectores extremos presentan parejas de ventanales y pequeños rosetones ciegos. La planta superior o tercera la forma otro elemento genial, la galería que comunica las torres. Está soportada por delgadas y elevadas columnas coronadas por arquillos muy ornamentados y es el elemento más importante en la composición pues impide que las torres resulten desproporcionadas en relación con los cuerpos inferiores de la fachada, quedando ésta perfectamente armónica y cerrada.

Las torres, casi gemelas (la izquierda tiene un metro más de ancho) se abren a los cuatro vientos para cumplir mejor como campanarios, por medio de dos amplios y largos huecos en cada una de sus cuatro caras. El interior de los huecos se oculta con tornavoces, o paravientos. Las torres, rematadas en terrazas, se alzan a 69 metros del suelo y aunque se especula con que fueran proyectadas con agudos remates piramidales o chapiteles, nadie los ha echado de menos y desde luego, hubieran estropeado el perfecto equilibrio de la fachada.

Las techumbres sobre las bóvedas forman un impresionante conjunto de armaduras de madera llamado le foret, o bosque, constituido por miles de vigas de roble.

Escultura

En la escultura gótica, los artistas empezaron a valorar y amar la naturaleza, de acuerdo con San Francisco de Asís. El cuerpo humano recupera proporciones y actitudes naturales, dentro de un sobrio idealismo. Los temas iconográficos se definen y simplifican, concentrándose las obras sobre todo en las portadas, como en Saint-Denis, Chartres, Amiens y Notre Dame. En ésta, la destrucción de su escultura durante la Revolución francesa supuso una de las grandes catástrofes de la historia del arte, pues lo conservado atestigua el inmenso valor de lo perdido. Al igual que las formas y volúmenes arquitectónicos, la escultura de Notre Dame es esencialmente clásica, constituyendo una modélica conjunción de serenidad, equilibrio y pureza formal.

Este perfecto Adán, del Museo de Cluny, pertenecía a un destruido conjunto escultórico que estaba en el crucero de Notre Dame. Siendo del siglo XIII es completamente clásico, adelantándose siglo y medio al renacimiento italiano del siglo XV.

La galería los reyes domina el conjunto de la fachada principal con su escala mayor que el natural (3,50 metros cada figura) y su marcial ritmo compositivo. Se representaron los 28 reyes de Judea, considerados precedentes de Cristo, y están concebidos para que su monumental tamaño permita apreciarlos desde la plaza a mucha mayor distancia que las esculturas de las portadas, cuya misión era ser vistas de cerca para interpretar su lenguaje iconográfico y poder leer su mensaje teológico.

Vidrieras

Las vidrieras, relacionadas con la liturgia de la luz, crean una escenografía paradisíaca al teñir con sus colores el severo interior y además eran un elemento didáctico más para esa Biblia de los iletrados que era la decoración de un templo. En origen, las vidrieras de Notre Dame eran excelentes, pero todo fue destruido posteriormente salvo tres rosetones: el de la fachada principal o del oeste (1220) y los dos simétricos de las naves norte (1250) y sur (1270) del crucero.

Valoración 

La catedral de París no solo tuvo una influencia relevante en la arquitectura religiosa de su entorno cercano sino en catedrales más alejadas, como le Mans y Bourges, así como en la región de la Isla de Francia, siendo la colegiata de Notre Dame de Mantesun buen ejemplo. El éxito se debe al impacto de su potente, majestuosa y elegante monumentalidad. Y ello no tuvo nada de ingenuo, pues el gigante pétreo fue concebido desde el principio para ser asociado subliminalmente con el poder de la pujante dinastía de los Capeto.

La catedral de París pertenece al pequeño grupo de templos que, por sus ansias de grandiosidad, necesitaron cinco naves, como Bourges, Colonia, Milán, Toledo y Sevilla. Pero los excesos de volumen están atemperados por la contención y sobriedad clasicista dentro de una afortunada homogeneidad, que suaviza e integra las influencias y modificaciones de estilo inevitables en los 182 años que duró la construcción.

En Notre Dame, las líneas horizontales y verticales están casi tan equilibradas como en un edificio de la antigüedad grecorromana, pues en la arquitectura gótica más avanzada, la tendencia vertical es dominante. En la fachada principal de Reims, por ejemplo, los elementos arquitectónicos rompen los ejes horizontales para elevarse hacia el cielo.

En la catedral de París y en especial en su fachada principal, es fácil reconocer la aplicación en sus proporciones del famoso rectángulo áureo del mundo griego, siendo el monumento medieval que mejor refleja la contención y equilibrio de la arquitectura clásica. Ello tampoco es casual, sino fruto de su entorno inmediato: la Universidad de París.En ella bullía el espíritu clásico gracias al esfuerzo de la iglesia medieval y sus frailes copistas para preservar y transmitir la cultura del mundo antiguo. Se dice que Notre Dame tenía mucho de capilla de las escuelas que formaban la universidad.

Protagonismo, persecución y supervivencia

La catedral de París, por suerte o por desgracia, es el templo gótico con mayor densidad de acontecimientos históricos: en 1314 fue ejecutado frente a Notre Dame el último gran maestre de la orden del Temple y, durante la guerra de los cien años, los ingleses coronaron al rey Enrique VI ¡con solo diez años!, un insulto intolerable para Francia. En 1558 Notre Dame fue escenario de la boda entre María Estuardo y el futuro rey de Francia Francisco II y, en el mismo siglo, los Hugonotes dañaron esculturas de Notre Dame acusando a los católicos de idolatría.

El siglo XVII inaugura un periodo más tranquilo. Y a principios del siglo XVIII se instaló un grupo escultórico barroco en el presbiterio para conmemorar la consagración de Francia a la Virgen de la Asunción por Luis XIII en 1638. También en época de Luis XIV fue demolido el parteluz o pilar bajo el dintel, en el acceso central, para permitir que grandes carros procesionales pasaran por allí. En 1740 se cambiaron todas las vidrieras, excepto el rosetón central, por vidrios claros con la flor de Lis y se pintó de blanco todo el interior. También se desmontó la aguja o flecha central en 1786, muy dañada por siglos de vientos y lluvias.

Propagación del fuego por el tejado (Wikimedia).

En el siglo XVIII los ingenieros cartógrafos establecieron el punto cero a partir del que se miden desde París las distancias de todas las carreteras francesas. Ese lugar se fijó frente a la fachada principal de Notre Dame. En un principio estaba marcado por un poste, luego por una estatua y hoy por una estrella de bronce en el pavimento, a modo de rosa de los vientos.

A finales de la centuria regresaron los problemas: pese a haber celebrado con un Veni Creator la apertura de los Estados Generales en 1789, durante la Revolución francesa el edificio fue desacralizado y pasó a ser propiedad del Estado. Fue profanado y saqueado, con graves daños en la escultura de las portadas y se fundieron las campanas.

Tras la ejecución de Luis XVI en 1793, los revolucionarios, en la creencia de que la galería de los reyes representaba a los de Francia, derribaron y decapitaron las estatuas imitando la ejecución de Luis XVI. Algunas cabezas hoy están en museos como el de Cluny. Durante la Revolución, la persecución religiosa fue feroz, y ya en 1792 tres obispos y más de 200 sacerdotes habían sido asesinados.

El culto a la razón, fue el aspecto más demencial de la Revolución, pues tras celebrar en Notre Dame la Fiesta de la Libertad, vino la Fiesta de la Razón, consagrando la catedral a la Diosa de la Razón con un acto litúrgico de adoración. La Razón fue representada por una mujer, Sophie Momoro. Como dijo Goya, el sueño de la razón produce monstruos. Cuando tanta razón pasó de moda, Notre Dame se convirtió en bodega para 1500 barriles de vino.

Con el concordato de 1801, Napoleón restauró el culto católico, devolviendo Notre Dame a la Iglesia. Allí se coronó en 1804, como se representa en el famoso cuadro de Jaques Louis David. Otra célebre obra, en este caso de Eugene Delacroix, es La libertad guiando al pueblo, símbolo de la revolución de 1830 en la que se ve Notre Dame al fondo coronada por una bandera revolucionaria.

El héroe solitario y los salvadores

Notre Dame estuvo en su mayor peligro en las décadas de 1820 a 1830, por la especulación inmobiliaria de un París cada vez más capitalista. Se llegó a pedir el derribo de todos los vestigios medievales en nombre del progreso, en una combinación de ignorancia y ambición, que se reproduce cíclicamente en cualquier época y lugar.

El salvador de Notre Dame fue Víctor Hugo, que muy apenado por la situación, escribió en defensa del gótico, definiéndolo como un patrimonio artístico que debía preservarse. Triunfó al publicar en 1831 Nuestra Señora de París, donde describe la catedral. La opinión pública cambió radicalmente y la sociedad quiso impedir la destrucción de Notre Dame, escenario de las aventuras de Quasimodo y Esmeralda.

La flecha ardiendo (Wikimedia).

En el ambiente nacional surgido en la revolución de 1830, la cruzada de Víctor Hugo triunfó y su frase «Un grito universal debe elevarse para llamar a la nueva Francia en auxilio de la antigua» adquirió pleno significado. Notre Dame, ya rescatada del olvido y la demolición, sería también salvada de la ruina provocada por el tiempo y los hombres. El rey Luis Felipe ordenó restaurar la catedral y dos prestigiosos arquitectos, Eugène Viollet-le-Duc y Jean-Baptiste-Antoine Lassus, restauraron la catedral entre 1844 y 1864.

Afortunadamente, su trabajo fue una obra de arte en sí y la tarea fue titánica, pues se restituyó el rosetón sur, las capillas interiores, los arbotantes y la aguja del crucero. Éste fue el trabajo más espectacular, con una altura de 93 metros y de madera recubierta de plomo. En su base y entre los apóstoles, Viollet se representó como Santo Tomás, patrón de los arquitectos.

Las esculturas realizadas durante la restauración siguieron, de modo exquisito, el estilo de lo conservado, estando los conjuntos más notables en la fachada principal, donde se añadieron las 56 gárgolas y quimeras de la galería. Éstas, en la tradición medieval, tienen carácter apotropaico, para proteger a la catedral de las fuerzas del mal.

Segunda vida de un icono mundial

La catedral volvió a ser escenario de la historia en varias ocasiones: como la boda de Napoleón III en 1853 o la revolución de 1870, que quiso incendiar el templo que fue salvado por los enfermos del cercano hospital capitaneados por un grupo de farmacéuticos.

En 1909 fue beatificada en Notre Dame Juana de Arco y en 1919 se celebró el fin de la Primera Guerra Mundial. En 1944, sus campanas anunciaron la liberación de la ciudad de la invasión alemana y se ofició una gran misa Te Deum el 26 de agosto de ese año a la que asistió el general de Gaulle, que inició ante Notre Dame su triunfal desfile por los Campos Elíseos.

En 1963, en la campaña Catedrales Blancas, se limpió la fachada de la suciedad secular, recuperando el color primitivo, También se celebró en 1969 la misa de réquiem de Charles de Gaulle y las campanas sonaron el 11 de noviembre de 2001 en duelo por el atentado de las torres gemelas. Y en esa línea, tras los atentados terroristas ocurridos en noviembre de 2015 que causaron 137 muertos y 415 heridos, se celebró una misa multitudinaria en Notre Dame.

El incendio: lucha desesperada, dolor mundial

Como en los atentados de las torres gemelas, del 11 de septiembre de 2001, no dábamos crédito a lo mostrado por el televisor. En la tarde del lunes 15 de abril de 2019: ¡Notre Dame estaba ardiendo! Cientos de millones de personas, ante móviles, televisores y radios, tuvimos el mismo sentimiento de sorpresa, tristeza e impotencia.

Miles de personas se congregaron rápidamente en laÎle de la Cité. Lloraban, rezaban y, durante toda la noche, hasta el siguiente día, tanto ciudadanos como turistas se reunieron ante la catedral y a lo largo de las orillas del Sena para rezar, celebrar vigilias y cantar oraciones, en especial el Ave María.

La reacción de los servicios contraincendios fue rápida y decidida, organizándose una cadena humana de voluntarios que extrajo a tiempo del edificio gran parte de sus tesoros. Los testigos aplaudían a cada dotación de bomberos que se sumaba a la lucha, penetrando resueltamente en el dantesco escenario. La situación fue muy peligrosa y se ordenó evacuar los edificios cercanos, al temer el derrumbe del gigantesco edificio.

Esfuerzos para apagar el incendio (Wikimedia).

El presidente Enmanuel Macron suspendió un importante discurso y expresó que el incendio era el «dolor de toda una nación», e inmediatamente llovieron condolencias a nivel planetario por parte de líderes e instituciones. También hubo numerosos ofrecimientos de fondos para la restauración, a cargo de algunas de las mayores fortunas del mundo

Dos días más tarde, a la hora en que se había iniciado el incendio las campanas de todas las catedrales de Francia y muchas del resto de Europa sonaron al mismo tiempo en homenaje a Notre Dame, y el Gobierno anunciaba medidas para una reconstrucción en cinco años.

La versión oficial es que el fuego surgió de un cortocircuito en el sistema eléctrico de los andamiajes, bajo la flecha. Detectado por los sensores, hubo un error sobre el punto de origen y se perdió un tiempo precioso. La flecha, de madera impermeabilizada con plomo y por lo tanto bastante seca, no soportó las llamas en su base, y al caer contribuyó al desplome de las bóvedas. La madera del foret estaba totalmente curada y seca desde hacía siglos y ardió con toda facilidad, provocando el derrumbe de dos tercios de las bóvedas en la nave central.

Se impidió que el fuego prendiese en el entramado de madera, que ocupa todo el interior del tercio superior de las torres, lo que hubiera sido una catástrofe de mayor magnitud. Por suerte, ante la restauración, se habían desmontado los apóstoles de la aguja y otras obras de arte.

Disparates y especulación: la nueva amenaza

Nuevos peligros amenazan a Notre Dame, tan autora como víctima de la historia. Han surgido proyectos de restauración absurdos, como crear un techo plano en la nave central y convertirlo en invernadero, una nueva flecha recreando las llamas, un rayo laser en el crucero y otros disparates. No lo es, en cambio, el empeño de los madereros franceses en rastrear por su cuenta toda Francia y reunir 1300 robles para reconstruir el foret. Lo mejor, bajo mi punto de vista, es rehacer con mejores sistemas de prevención tanto las bóvedas medievales como todo el diseño de Viollet le Duc, flecha incluida.

Comparación de la catedral antes y después del incendio (Zuffe Louis H. G., Wikimedia).

Se perfila otra amenaza: el proyecto de transformar la isla en parque temático, con puentes diagonales sobre el río y todo tipo de instalaciones para captar un turismo masivo. No hace falta decir la cantidad de dinero que esto significaría.

Notre Dame, con la explosión afectiva causada por su desgracia, ha demostrado de forma contundente la existencia de unos valores y unas raíces espirituales en Europa que podrían ser la solución a sus problemas, pese a intentar ser ignoradas de forma suicida por algunos.

Fuente del texto: descubrirlahistoria 

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